viernes, 24 de octubre de 2008

EL YO

Poema zen:

Desde antes que empiece la lucha

La victoria ya es de aquel

Que no piensa en su yo

Que vive en el origen, en el no yo

El que no teme la pérdida del yo, la muerte, no le teme a nada ni a nadie. El último triunfo del yo es la victoria sobre sí mismo.

Yo no soy la misma que hace tres años, ni que dos ni siquiera que hace un año. Mi yo no es estático no he sido siempre la que soy, ni seré la que fui. Aunque algunos cambios puedan parecen imperceptibles para los que están a mi alrededor, yo sé que mi yo no se ha estancado y va cambiando y no sé puede que hasta mejorando. No quiero dejar de empaparme de lo que hay a mi alrededor para pasarlo por mi filtro interior y decidir aquello que a mí adapto o desecho.

Quizá haya una base que sea la misma, tu yo, sobre la que se va cambiando y aportando nuevas ideas, formas de ver las cosas y pensar. Pero no se eligen algunas circunstancias sobre las que te ves inmerso, otras quizá si te las busques como consecuencia de tus propias decisiones.

Pues hay unas cartas que nos son dadas cuando empezamos a jugar. Otras que no son regaladas y otras que perdemos. Bien porque no hemos sido capaces de valorarlas o porque tenía que ser así y esa carta debía de irse, era su momento. A veces no es cuestión de que las cartas sean buenas o malas sino de la jugada que seamos capaces de hacer con ellas, del provecho que seamos capaces de obtener y de nuestra actitud ante las mismas, harán que las veamos de un modo u otro. Pues con ellas hemos de jugar la partida aprendiendo golpe a golpe las reglas del juego.

Una de mis frases favoritas es “Yo soy yo y mis circunstancias” de Ortega y Gasset.

Yo soy yo y mis circunstancias porque yo no sería la misma si hubiera nacido en una familia en la que no hubiera amor. Si hubiera sufrido malos tratos por alguno de mis padres. Si hubiera nacido en una zona rodeada de droga. O en África donde mis expectativas sobre el trabajo o la casa serían distintas, aunque las mismas en realidad. O en ciertos países musulmanes donde la mujer ha de seguir ciertas normas por imposición, donde no podría expresar mi opinión ante ciertos hechos o averiguar por mí misma cuales son mis creencias sin imposiciones de ningún tipo ya sea por dictadores o fanáticos religiosos.

Pues como individuos que vivimos en sociedad lo que ocurre en ese lugar, las reglas que rigen el juego nos afectan.

Quizá tampoco sería la misma si hubiera tenido que huir de mi país; si hubiera vivido el horror de una guerra y todo lo que conlleva; si de verdad hubiera perdido a un ser cercano a mí, por el que mi mundo se hubiera parado y rasgado el espacio tiempo a pesar de que el resto del mundo siguiera girando.

Quizá en otras circunstancias, en las que no hubiera tenido que vivir o enfrentarme a ciertas cosas, no hubiera aprendido otras. Quizá en otras circunstancias, al enfrentarme a ciertas experiencias, me daría cuenta de hasta dónde puedo llegar, de lo que soy capaz de hacer; pero que al no tener que vivir esas situaciones, no soy consciente de mi capacidad.

Pero como circunstancias hay muchas, quizá tantas como seres humanos, ante una misma circunstancia dos personas pueden reaccionar de formas opuestas; debido a la subjetividad personal, a los ojos del que mira. Es nuestro yo el que cambia el final de un mismo problema o de una misma situación. Será la actitud que escojamos tener, será nuestro coraje o valentía, nuestra justicia o hipocresía, nuestro egoísmo o nuestra humildad; será el camino que escojamos, nuestra elección, la que nos irá definiendo, al poner en práctica nuestras ideas, formas de pensar, nuestros sentimientos más puros que de vez en cuando salen, aunque nos esforcemos por ocultarnos e intentemos aparentar aquello que no somos.

Es importante estar bien contigo mismo, ser fiel a tu yo y no abandonarlo ante ciertas opiniones o comentarios de personas distintas a ti, porque que diferente a ti no es ni peor ni mejor tu, puesto de aquí a la eternidad es contigo y con nadie más con quien has de convivir, y aquel que se deja arrastrar por los demás quedándose sin su yo, se acaba perdiendo en una espiral de espinas que se clavan en lo profundo del alma, maldiciéndose por admitir la mentira en la que no creía, por seguir a los demás en lo que hacían y que consideraba una autentica tontería, porque el hecho de que haya mucha gente que siga a alguien o haga algo, no quiere decir que sea lo correcto si en tu interior tu yo no lo acepta.

Ser fiel a ti mismo, pero sin olvidar que tu libertad termina donde empieza la del otro y siguiendo la máxima de tratar al prójimo como a ti mismo, trata a los demás cómo te gustaría que te trataran a ti.

2 comentarios:

Marcos Domínguez dijo...

Me ha gustado mucho, un alegato del yo, lleno de sutilezas para el que sepa verlas. Como ves sigo siendo fan de tu página, un beso!

Anónimo dijo...

Es curioso como las circunstancias se distinguen, y no solo en nuestro universo sino en distintas versiones paralelas de nosotros mismos. Cada circunstacion crea una consecuencia q a su vez crea otra generando permutaciones y cadenas larguisimas. No obvstante la posibilidad de imaginarlo hace que nos volvamos locos y nos arrepentimaos de las cosas.

La mascara que un hombre se pone es para olcultar su debilidad, y por desgracia, la propia mascara es camino de su perdicion.